Publicada en la edición Nº16 de la revista D de El Dínamo
En busca de la hierba perfecta me dirigí en auto al norte de la ciudad. En la ruta rural uno pasa debajo de los aviones que están a punto de aterrizar, hay pilas humeantes hechas de quién sabe qué, hasta que más adelante empiezan a asomar un salpicón de condominios mezclados con terrenos tomados, huertas verdes, industrias, huasos de a caballo con chupalla y audífonos, letreros que dicen “Aquí harina tostada”, luces chinas de colores, vulcanizaciones, rumas de sacos de papas esperando compradores al costado del camino decorado por kilómetros con banderas y más banderas rojas de la Coca-Cola y de marcas de papas fritas en tarro.
El paisaje me dejó con la mezcolanza mental y se me vino de sopetón la imagen una revista gringa, una entre miles que habían en los 90 que se llamaba Town & Country. Era muy exitosa en el mundo anglosajón pituco donde las revistas hacían nata. Como sea, esa revista bucólica ofrecía una mix de canastos de picnic con corbatas para la oficina, el town y el country, dejando fuera solamente a la jungla donde se desenvuelve la gente con estilo. En Chile, creo yo, se ha plasmado sin querer queriendo el verdadero Town and Country, no el de las revistas de couché de antaño, sino una amalgama ruro-urbana con calles flacas que hace años quedaron chicas.
El campo de la zona central está de lo más interesante para organizarle tours a los sociólogos del sector oriente. Ya cuajó un fenómeno que también he visto en Cumpeo, San Vicente y San Clemente. Yo los llevaría en vanes climatizadas y acolchadas para que no se espanten. La realidad en esos lares es un charquicán que no es ni de cerca como la diversidad que soñaron los progresistas. Este picadillo de lechuga bien finita con trocitos de varios cortes de carne que sobraron del asado está aliñado con la mejor de las mayos industriales y acompañado de los más finos congelados.
En Lampa, por ejemplo, al ritmo del calor desfilan los autos deportivos con vidrios polarizados que se mezclan con las camionetas groseramente grandes y con un par de carretelas de fierro, probablemente las últimas de toda la Región Metropolitana. Miran de lejos los carabineros que manejan una patrulla último modelo. En este town and country las mujeres lucen sus mejores petos y los hombres guatones sus mejores buzos deportivos. Todavía hay hartas señoras que cocinan una cazuelas multicolores pero muchos más señores haitianos que hacen la pega dura que ningún hombre alimentado con cazuela está dispuesto a hacer. Acá parece estar todo en juego pero no nos hacemos cargo, no nos damos por enterados, igual como no nos dimos cuenta del chanta de los autos tuneados que casi pasa a segunda vuelta.
En el campo ciudad hay de todo pero al mismo tiempo no hay nada. En Lampa hay lemongrass y bosques de romero, menta, kale y albahaca de la que no es anisada, acelgas tiernas y orégano para perfumarse entero. También hay conejo de primera, perejil crespo, rabanitos y zapallos italianos duros y tiernos. Debería ser el lugar ideal para hacer unos raviolones, porque sacos de harina es fácil encontrar y también zapallos gordos. Como si fuera poco abunda la salvia para saborizar la mantequilla que caería en chorros arriba de la preparación. Pero en Lampa se come poco y nada de esto. Todo lo que se produce acá es para ser exportado al oriente de la capital.
Mareado por el Waze seguí buscando más y más hierbas hasta que el hambre me hizo detenerme frente a un cartel del pasado que decía “Caldo de Pata” Entré a un boliche con ribetes decorativos chilenos y finas notas de luces chinas. Creo que no es casualidad que al pedir el caldo me dijeran que no había, pero que sí me podía comer un sopaipleto o una ensalada mixta de atún bien rica. Opté por el salpicón. Era que no. Al servirme el menjunje aliñado como a principios de los 90, con aceite vegetal, me pusieron un bolo con fragante perejil picado y me advirtieron que no cierre tanto los ojos del gusto, porque acá también abunda la hierba importada de Paraguay y que los del auto deportivo estacionado al frente no se andan con chicas. Comí, algo temeroso, pero pensando en el paquetón de hierba perfecta que guardaba en el auto. Estragón fresco, cultivado en Lampa town and country. Algo es algo.